Siete días sin teléfono móvil. Un total de 350 estudiantes de secundaria de la ciudad alemana de Hersbruck, en el sur del país, se decidieron a soportar una semana sin usar el celular para hablar o mandarse mensajitos.
El llamado “ayuno de celular” tiene por fin fomentar un uso más consciente de los omnipresentes aparatos, declara el mentor de la iniciativa, Jürgen Putzer, de la asociación de padres del colegio Paul Pfinzing.
Para garantizar que de verdad ninguno de los participantes del experimento caiga en la tentación de enviarle unas palabras a su amigo o su novia, los teléfonos serán guardados en un lugar inexpugnable, la caja fuerte del banco local.

Así, hoy en día muchos jóvenes alemanes consideran la impuntualidad tan poco germana como algo normal y se disculpan con una corta llamada telefónica. “Si no puedo llamar, de entrada me veo obligado a ser puntual”, describe Putzer las consecuencias que traerán aparejadas esta singular abstinencia.
La situación también cambiará en la vida familiar, predice el director del colegio, Georg Fleischer. El que no pueda mandar mensajitos durante la cena estará más dispuesto a entablar una charla.
El tema despertó acaloradas discusiones en el colegio y ocupó horas enteras de clase. Los 17 grupos de los séptimos hasta los novenos grados tuvieron la libertad de decidir si tomaban parte en el proyecto. El resultado: 13 dijeron que sí.
“La mayoría estuvo de acuerdo con hacer la prueba”, relata Helen Putzer, de 13 años. “Otros dicen que son tan adictos que no están dispuestos a prescindir del celular”.
“La mayoría estuvo de acuerdo con hacer la prueba”, relata Helen Putzer, de 13 años. “Otros dicen que son tan adictos que no están dispuestos a prescindir del celular”.
Sólo dos de los alumnos de los séptimos grados no poseen celulares, mientras que muchos ya tienen modelos con acceso a Internet.
Tras mucho debatir, el grado de Helen se decidió a participar. Si consiguen aguantar sin celular toda la semana -con fin de semana incluído- les espera de recompensa un día de excursión.
“Quizás de esta forma los alumnos vuelvan a reunirse más personalmente y no tan solo de forma virtual”, se entusiasma el director del colegio. Porque los encuentros cara a cara en lugar de los 160 caracteres han dejado de ser normales para muchos jóvenes.
En clase, los celulares no representan un gran problema en el colegio Pfinzing. Como en todas las escuelas de Baviera, los teléfonos móviles deben estar apagados y guardados en la mochila.
Fleischer se dio cuenta de las ventajas que esto conlleva al asistir a clases en un colegio canadiense en Toronto en el que los aparatitos no paraban de sonar o vibrar. Muchos maestros ni siquiera reaccionaban, contó: “Ya están resignados”.
Para el colegio y los padres está claro que no se trata aquí de condenar los nuevos medios; son conscientes de que los jóvenes necesitarán manejar estas tecnologías de por vida.
Por ello les hicieron una oferta especial durante la semana de abstinencia: los alumnos podrán relatarse sus experiencias en la red. Las páginas abiertas para ello ya comenzaron a ser usadas antes del lanzamiento oficial del experimento.
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